“¿Qué hombre puede conocer la voluntad de Dios
o hacerse una idea de lo que quiere el Señor?
... y ¿quién habría conocido tu voluntad,
si tú mismo no le hubieras dado la Sabiduría
y no le hubieras enviado desde lo alto tu Santo Espíritu?”
(Sab 9, 13-17).
Tu devoción al Espíritu Santo, además de moverte
a invocarlo al principio de todas tus obras,
debe llevarte a recurrir a Él en todo momento
en que necesites luz o fuerza.
“Envía tu Espíritu, para darnos nueva vida
y renovarás la faz de la tierra”
(Sal 103,30)